Te levantas con ese peso encima del pecho de todos los días; no estás ni un poquito bien.Empieza tu mañana y en Nueva York nadie tiene un mínimo de tacto con tu sonrisa.Desde que estoy aqui, todo es tan cambiante que me vuelvo loca cada día de una manera distinta. Hace tan poco que moría por encontrar tu cara entre mis calles que echo de menos el tener que esperarte. El esperar a que me vinieses a buscar con tus acordes y la misma melodía mañanera sobre mi espalda a las 11.15 . Es el añoro de los chupa-chups dichosos de vainilla y chocolate y que ya no somos tan estúpidos. Porque me he dejado tantas veces que cuesta mantener la sonrisa tan limpia como lo estaba cuando vivias en el Wyndham.
Lo malo es que ya no estás aqui.
Y ahora vuelvo a escuchar tu voz entre mi almohada y mi pecho, aun se me cuela tu nombre.Pero solo cuando el cielo está gris ;sabes a que me refiero ¿verdad?
Supongo que algún día volverás por aqui. Aunque sea para tomar un café;sí , estoy pidiendote que me llames de nuevo, porque ya no es lo mismo, la ciudad no despierta ante el milagro de tu nombre ni me pongo a escuchar Nirvana a todo volumen cuando grito en la habitación.
Es ahora cuando caigo en la cuenta de lo que echo de menos cómo golpeaban suavemente tus dedos en mi espalda al mismo ritmo de siempre, esperando a que denotase en cambio en la fuerza o intensidad que nunca varió un ápice desde que te vi hasta que desapareciste por completo de lo que era mi corta existencia como humana, como el más profundo sentimiento que jamás se ha podido albergar en un corazón tan pequeño, que latía tan fuerte porque lo sostenían tus manos.Espero que aún recuerdes la melodía.
Pasaré por ti esta noche
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