Me levantaba cada mañana y me tomaba el té siempre con dos cucharadas de café, esperaba en milagro de mi vida que no acababa de llegar y quizá nunca llegaría. Pobre ilusa. En el fondo de todo aquel desaguisado estabamos tu y yo,un par de copas y ganas eternas de volver a rozarte. Quizá no sea la perfección humana pero desbordaba de ganas de querer.
Ahora que ya no me llamaba ya no podía acordarme de cómo se revolvía en la silla mientras bebíamos con la gracia de siempre, casi no me acordaba de qué color tenía los ojos ni de el tacto de su espalda.
Esperaba que se hubiese girado una vez más al verme por la calle pero ésta vez, yo me deleité al ver su culo sin recibir aquel cruce de miradas que llevaba tanto tiempo esperando. "Voy a quedarme aquí todo el tiempo que haga falta. Estoy esperando la casualidad de mi vida, la más grande. Y eso que las he tenido de muchas clases. Sí, podría contar mi vida uniendo casualidades…” (Ana)
Y ya no huelo aquel perfume que aparecía por la calle; quizá lo de las casualidades sólo sea un cuento y acabe por perder definitivamente la fe en tu sonrisa. Es todo porque enamorada se escribe mejor y ahora yo he empeorado con mis dotes.
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