Invertí mis horas en presentarme y conocer a gente; quizá desde un primer momento supe que nadie merecería la pena pero nunca alcanzan a saber si te sorprenderan o no. En una noche como ayer nadie te diría alguna estupidez intentando no ser poco cortés, mas bien todo lo contrario. Nueva York bebía copas en tu honor y qué bien cayeron por aqui.
Si al menos siguieses vivo harías señales para que me enterase de que soy yo la que vivía por ti y se desmembraba por el atisbo de energía que me regalaba tu mirada por las mañanas, por el pedazo de alma que me llevaba cada martes, o jueves.
Y es revisar la pantalla y ver que en realidad no eres cadaver, que es que el problema soy yo, o somos los dos, o aquellos acordes. El problema es que ya somos medio adultos, medio estúpidos y puede que el orgullo se pase de listo una vez más y caigamos en la cuenta de que nos hemos vuelto a equivocar, o al menos, yo repasaré los callejones.
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